¿Te has preguntado por qué nos fascina tanto el bondage y qué es lo que hay detrás del placer de ser inmovilizados durante el sexo?
En prácticamente todas las fantasías eróticas se encuentra presente la de atar o ser atados, la de ser esclavos o amos, la de hacer o dejar hacer a otros sobre nuestro cuerpo.
¿Pero qué es lo que tiene el bondage que lo hace tan atractivo?
Esto es lo que vamos a intentar dilucidar a lo largo de este artículo y, quién sabe, tal vez tú también te vuelvas fan de esta práctica erótica que cada día alcanza más adeptos y popularidad.
¿Qué es el bondage?
El término bondage significa esclavitud o cautiverio. Se trata de una práctica erótica consensuada en la que uno de los miembros de la pareja, el amo, inmoviliza el cuerpo del otro, el esclavo.
El bondage forma parte del acrónimo BDSM, pero se puede llevar a cabo de forma independiente a las otras prácticas que conforman estas siglas.
Las ataduras pueden realizarse tanto en una parte del cuerpo como en su totalidad y para ello pueden utilizarse elementos de los más básicos hasta los más refinados: cadenas, esposas, cuerdas, corbatas o cualquier otro objeto que pueda servir como elemento inmovilizante.
Quienes han practicado esta fascinante forma de erotismo cuentan que al verse inmovilizados debajo del cuerpo de su pareja, su excitación se dispara hasta límites increíbles. Una sensación completamente diferente a las ya conocidas se instala en sus mentes y en sus cuerpos.
Ese cúmulo de sensaciones desconocidas los inunda de adrenalina y les obliga a debatirse entre la necesidad de escapar y el deseo de permanecer indefensos a la espera de lo que el otro pretende hacer con ellos.
El bondage implica una suerte de placer y temor que, a medida que se practica, aumenta el deseo de repetir una y otra vez. Eso sí, ten presente que esta práctica ha de ir siempre de menos a más.
El Bondage y la guerra de emociones
Si bien es cierto que el bondage tiene un marcado aspecto lúdico cuyo fin último es la obtención de placer y de diversión, suele encerrar un componente de peligro e intriga que traspasa las barreras del juego para convertirlo en algo mucho más sublime y estremecedor.
La pareja que practica bondage debe mantener una comunicación impecable que ha de manifestarse antes, durante y después de la sesión. De esta forma aumenta paulatinamente su complicidad hasta límites insospechados.
Ahora bien, es indispensable que para que el sexo brinde placer en su máxima expresión han de cumplirse ciertas premisas indispensables. Y es aquí donde el tema se vuelve más complejo de lo que a primera vista se aprecia.
Inmovilización física y emocional
A pesar de que las ataduras son inicialmente físicas, la sensación de vulnerabilidad que acarrea el sentirse a merced del otro, va mucho más lejos que una mera inmovilidad corporal.
El bondage puede traer consigo verdaderas catarsis emocionales, sentimientos que se agitan tanto en la persona atada como en su atador. Estas emociones se reflejan en sus rostros y en sus actos. La sumisión y la entrega, por ejemplo, da origen al impulso primitivo de huir y al mismo tiempo a la sensación de frustración por no poder hacerlo.
SSC: sensato, seguro y consensuado
Las siglas SSC son las que definen la totalidad de las prácticas de BDSM y, por supuesto, también han de aplicarse al bondage.
Bondage sensato
La sensatez y la responsabilidad ha de estar siempre presente con el fin de transformar el bondage en una práctica excitante y placentera.
Quien ata debe vigilar que quien es atado no esté sufriendo daños de ningún tipo. Tiene que prestar especial atención a su respuesta, diferenciar entre lo que son gemidos de lo que son quejidos o ruegos de parar.
Si hay algo que no os gusta durante la práctica habéis de decirlo alto y claro. Es muy importante pactar una palabra clave de seguridad para detener la acción de inmediato. La idea es que el bondage sea placentero, jamás ha de convertirse este placer en sufrimiento.
La responsabilidad ha de estar siempre presente, sobre todo si estás practicando bondage con alguien que acabas de conocer. Nuestro consejo es: nunca lo hagas con un desconocido.
Bondage seguro
Finalmente, ten en cuenta que la seguridad física prima ante todo. Por ejemplo, ¿te has preguntado qué puede suceder si estás atada al cabecero de la cama con unas esposas metálicas?
Pues puede ocurrir que el roce cause graves daños a tu piel y el dolor llegue a ser insoportable. Este dolor, que es bien aceptado en el mundo del masoquismo, no tiene por qué formar parte del bondage.
Bondage consensuado
Es esencial que el bondage sea consensuado antes de dar rienda suelta a la excitación y a los más bajos instintos. Ya que una vez iniciado, no es buena idea atar a tu pareja sin su consentimiento o permitir que te aten sin haber pactado los límites y las palabras para detener la acción.
Imagínate que tu chica o tu chico saca unas esposas para atarte sin habértelo comentado antes. La sorpresa puede llevarte a entrar en pánico o a cortar el momento de erotismo de raíz. O viceversa, si eres tú quien desea dar una sorpresa a tu pareja sin haberlo hablado y que de pronto surja en ella la duda de qué es lo que no está haciendo bien para que tengas que apelar a ese recurso.
Es por lo tanto imprescindible hablar en profundidad de las implicaciones antes de dar inicio a esta práctica. Las innovaciones repentinas pueden causar intensos momentos de frustración y rechazo.
Nuestro consejo final es que vayáis poco a poco y lo habléis cuando ambos estéis excitados. Una referencia sutil que provoque una respuesta en tu pareja es lo ideal. Por ejemplo: «me encantaría que me ates las muñecas y que hagas lo que quieras conmigo» puede ser un buen punto de partida para ir tanteando reacciones.
Y a ti, ¿qué otra frase se te ocurre para introducir sutilmente a tu pareja en la práctica del bondage?